"Para mí, aunque quizás no tenga un objetivo concreto, la literatura y la expresión escrita posee mucho poder. Y si bien no sea un mecanismo para cambiar nada ni a nadie, al menos hace que tengas un mejor día y más llevadera la vida... que aquí en nuestra jodida Lima ya es mucho"

Hernán

viernes, 14 de marzo de 2008

... en los taxis

No soporté más y me tuve que enfermar un poco de Collective Soul para sentirme algo mejor. A veces Lima no ofrece siquiera sonidos violentos, a veces ofrece nada, una procesión lenta de autos que van como si arrastraran los pies hacia el patíbulo de cada día. Así que decidí en chufarme otra vez y convertirme en

Reo Libre Plugged

para no dejar que cayera me anulara por completo, y para darle algo de mantenimiento a mis oídos, llenos de música de combi limeña.

All your weight it falls on me, it brings me down.

Así es la salida, de ahora y de siempre de San Juan de Lurigancho. Una salida que con ciertos matices de velocidad, dependiendo de la hora, siempre es una letanía de gases, caucho y calor, que no termina sino en Acho, muchos minutos después.

Los taxis, por eso, siempre quieren salir de ahí, pero no quisieran volver a entrar. No desean volver al infierno aun estando en el centro. Para ellos es mejor ir para cualquier otro lado, pero menos meterse a ese embudo sin salida. No ha sido una ni dos sino muchas veces que un taxista, en el Plaza Mayor, en la San Martín, en la San Miguel, en San Isidro, en donde michigan sea, cuando sonriente preguntaba si me podía dejar en Caja de Agua, antes de que yo terminara de pronunciar la palabra ‘agua’, el taxista ya había salido espantado, no sé si pensando en su integridad (creyendo que ahí lo iban a hacer carnitas) o en todo el combustible que tendría que quemar entrando hacia la cloaca. O quizás ambas cosas.

–Pero Christian, no seas sonso: por qué no dices mejor que vas a Zárate.
–Es la misma vaina, varón, igual no quieren entrar.

Ahora, cada vez que tomo un taxi para mi casa, primero respiro hondo y le empiezo a contar un lindo cuento al tachero [taxi : tacho :: taxista : tachero (N. del E.)]. Solo así luego de sutiles promesas de no llevarlo más allá de lo evidente, de que él no morirá en el camino y un montón de cosas más atracan llevarme a mi casa por un monto más o menos (ir)razonable. Sacrificios que se tienen que hacer.

Justificado o no el rechazo, los taxistas, los pocos que vienen, tienen mi gratitud, pues me han salvado de muy buenas. Sobre todo en la última donde me quedé dormido casi en el último paradero de la avenida Wiesse, y no tenía un solo cobre en el bolsillo. Menos mal que en casa me podían prestar, y pude tomar un taxi que me llevó hasta allá. Grande, tío.

Las veces que tengo que tomar taxi al trabajo, en la mañana, es también un jolgorio insufrible. Mi casa está ubicado justo en la salida de toda la cloaca, es por eso que todos los carros (buses) pasan llenos y casi todos los taxis también. Sin embargo, siempre hay oportunidad para disfrutar de alguna canción hermosa como Ten Years Later o After All, mientras el sol de marzo se oculta entre las frescas nubes y el smog me da de lleno en la cara.

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